Francisco
de Zurbarán, pintor del Siglo de Oro. Nació en Fuente de Cantos
(Badajoz) en 1598 y murió en Madrid en 1664 a los 65 años de edad.
Zurbarán
destacó en la pintura religiosa, en la que su arte revela una gran
fuerza visual y un profundo misticismo. Sus cuadros se encuentran
distribuidos por los principales museos del mundo.
Familia
Era hijo de un acomodado negociante vasco establecido en Extremadura. Se casó tres veces y tuvo nueve hijos. En 1649, la peste se llevó a uno de sus hijos, Juan el pintor.
Estilo
Fue un artista representativo de la Contrarreforma. Influido en sus comienzos por Caravaggio, su estilo fue evolucionando para aproximarse a los maestros manieristas italianos.
Sus representaciones se alejan del realismo de Velázquez y sus composiciones se caracterizan por un modelado claroscuro con tonos más ácidos.
Lo
más característico de este pintor son sus representaciones de
monjes, santas y vírgenes, a las que viste a la manera de la época,
desplegando todas sus cualidades como retratista y ejerciendo un
dominio absoluto en rostros y telas.
Inicios
Con quince años ingresó en el taller que tenía en Sevilla el pintor Pedro Díaz de Villaneva.
Probablemente
también trabó relación con Francisco Pacheco y sus alumnos.
Su aprendizaje lo concluyó a los 19 años, cuando Zurbarán se casó con María Páez. El único cuadro importante que pintó en esa época es el de una Inmaculada de 1616.
Su aprendizaje lo concluyó a los 19 años, cuando Zurbarán se casó con María Páez. El único cuadro importante que pintó en esa época es el de una Inmaculada de 1616.
Primera etapa: Llerena
En 1617 se estableció en Llerena (Badajoz). A los 24 años era ya un pintor reconocido y empezó a pintar cuadros importantes para órdenes religiosas. Fue en 1627, cuando pintó el Cristo en la Cruz, a raíz de ese cuadro el Consejo Municipal de Sevilla le propuso oficialmente, que fijara su residencia en esta ciudad hispalense.
Segunda etapa: Sevilla
En 1629 se instaló en Sevilla y Zurbarán fue considerado un artista especializado en imágenes y estatuas. Pintó entonces el cuadro de San Serapio, uno de los mártires de la Orden de la Merced.
Zurbarán
se nominó así mismo como “maestro pintor de la ciudad de
Sevilla”, lo que despertó celos de algunos pintores sevillanos de
la época. Sin embargo le llovían los encargos de las familias
nobles y para los grandes conventos que los mecenas andaluces
protegían, incluidos los jesuitas.
Tercera etapa: Madrid. Pintor del Rey
A los 36 años, en su etapa más fecunda, efectuó un viaje a Madrid que resultó determinante para su evolución artística. Se encontró con su amigo Velázquez, con el que analizó y meditó sobre sus obras.
Pudo
contemplar las obras de los pintores italianos que trabajaban en la
corte de España. Zurbarán renunció, desde ese momento, al
tenebrismo de sus inicios.
En
1634, Zurbarán fue invitado por el rey para que, en unión de otros
pintores —entre ellos Velázquez—, decorara el Salón de Reinos
del nuevo palacio real del Buen Retiro.
De
las doce victorias militares del reino, él pintó dos; una se perdió
y la otra es La Defensa de Cádiz contra los ingleses, que
se encuentra actualmente en el Museo del Prado.
Además
ilustró diez episodios de la vida de Heracles, ancestro mítico de
la rama española de los Habsburgo. Por estos trabajos fue dotado con
el título de “Pintor del Rey”.
Pinturas hacia América y regreso a Sevilla
Por esos tiempos llegaban a Sevilla los galeones cargados de oro y zarpaban con las bodegas llenas de productos españoles (entre otras cosas, obras de arte). Zurbarán empezó a producir en su taller sevillano, pinturas religiosas para el mercado americano.
Ejemplo
excepcional de la producción de Zurbarán para América es la serie
de doce cuadros de Las tribus de Israel, actualmente en
Auckland, en el condado de Durham (Inglaterra); debido a que no
llegaron a su destino por un ataque pirata.
Exilio del Conde-Duque de Olivares y crisis económica en Sevilla.
En 1643 el Conde-Duque de Olivares, favorito de Felipe IV, fue exiliado. Olivares era un gran protector de los pintores andaluces. Esta crisis política se unió a una disminución de la actividad comercial de Sevilla, por lo que disminuyeron el número de encargos de cuadros.
Zurbarán, altamente estimado, no se vio afectado por este percance. En 1647, un convento peruano le encargó treinta y ocho pinturas, veinticuatro de las cuales tenían que ser de vírgenes a tamaño natural. En el mercado americano puso en venta, asimismo, algunos cuadros profanos, lo que le compensó de la disminución de la clientela andaluza.
Regreso a Madrid
En 1650 Zurbarán viajó de nuevo a Madrid. Pintó, el admirable rostro de la Virgen en la Anunciación que se encuentra en el Museo de Grenoble, y Cristo llevando la Cruz ,
En
1658 los cuatro grandes pintores —Zurbarán, Velázquez, Alonso
Cano y Murillo— se encontraban en Madrid. Zurbarán testificó
durante la investigación llevada a cabo sobre Velázquez, lo que le
permitió ingresar en la Orden de Santiago como él deseaba. Su fiel
amigo Velázquez murió en 1660. En 1664 Francisco de Zurbarán murió
en Madrid a los 65 años de edad.
Contexto histórico
En el siglo XVII, existían en Sevilla una gran cantidad de conventos que fueron los grandes mecenas de los pintores, muy exigentes en cuanto a la composición y calidad de las obras.
Los
religiosos eran muy sensibles a la dimensión estética de las
representaciones, y estaban convencidos de que la belleza era más
estimulante para la elevación del alma que la mediocridad.
En
las iglesias siempre hubo un retablo en el que se representaban las
escenas de la vida de Cristo. En las bibliotecas y salas capitulares,
se podían encontrar cuadros del fundador de la Orden y de las
personalidades más importantes de la misma. Estas exigencias eran
propias de todos los conventos.
Zurbarán,
supo representar con una gran claridad la religiosidad que impregnará
la vida española de la Contrarreforma en la que las órdenes
religiosas salieron beneficiadas de dicha circunstancia, adquiriendo
un mayor relieve social.
Por
tanto la mayor parte de la obra de Zurbarán fueron series dedicadas
a mostrar la vida monástica: La Cartuja de Jerez, San Pablo el Real,
el Monasterio de los Jerónimos de Guadalupe o la Merced de Sevilla
fueron algunos de los sitios para los que llevó a cabo sus
principales series.
El
colegio franciscano de San Buenaventura era uno de los más
importantes de Sevilla. 1629 Zurbarán inició para este convento el
ciclo de representaciones de la vida de Buenaventura de Fidanza junto
con Francisco Herrera el Viejo
Por
encargo de los frailes del Monasterio de Guadalupe, Zurbarán pintó
entre 1639 y 1645 ocho cuadros para la sacristía y tres para la
capilla adyacente. Estos cuadros se conservan aún en su
emplazamiento original.
Los
dominicos fundaron, en Sevilla, un colegio al lado del convento. El
objetivo era el de contribuir a la propagación de las ideas
aprobadas en el Concilio de Trento. Para el altar mayor, Zurbarán
pintó su magnífico cuadro el Triunfo de Santo Tomás Aquino, que
actualmente se halla en el Museo de Bellas Artes de Sevilla.
En
1626, el convento de San Pablo el Real, le encargó veintiún cuadros
basados en la vida de Santo Domingo, séptimo de los Doctores de la
Iglesia. Sólo se conservan cinco de estos cuadros.
Los
clientes particulares
Las obras destinadas a los particulares son más repetitivas que las obras destinadas a los conventos. La Inmaculada Concepción era el tema preferido de los sevillanos de aquella época. Se discutía, todavía, acerca del dogma. La doctrina de la Inmaculada Concepción se oponía a la doctrina de la Santificación. En las calles de Sevilla se discutía sobre este punto, y casi se provocó un motín cuando un dominico predicaba la doctrina de la Santificación. Las obras de Zurbarán, como la Inmaculada de Barcelona ilustran esta posición, que no sería un dogma hasta el siglo XIX.
Conclusiones generales
Su fama creció después de su fallecimiento y su renombre traspasó las fronteras de España. El hermano menor de Napoleón, José Bonaparte, hizo enviar a París, para el Museo Napoleón, algunas de las obras mayores de Zurbarán.
Muchos
generales del Imperio, e incluso el mariscal Soult se llevaron varios
de esos cuadros sacados de Sevilla tras el cierre de los conventos.
De
1835 a 1837, Luis Felipe envió a España al barón Isidore Taylor,
comisario Real del Teatro Francés, para que reuniera una colección
de obras de Zurbarán que se hallaban dispersas.
Pese a sus 121 cuadros, Zurbarán fue, sin embargo, menos apreciado que Murillo. Sólo se le juzgó desde un punto de vista romántico, considerándole, sobre todo, como el Caravaggio español, pintor de monjes.
Pese a sus 121 cuadros, Zurbarán fue, sin embargo, menos apreciado que Murillo. Sólo se le juzgó desde un punto de vista romántico, considerándole, sobre todo, como el Caravaggio español, pintor de monjes.
Afortunadamente
un editor importante en el siglo XX manifestó que olvidando el
aspecto pietista, exageradamente subrayado, reconoce que hay que
atribuir a Zurbarán un lugar preponderante en el arte español.
«Exceptuando al El Greco, y quizá también a Velázquez, que es
igual, sino superior, Zurbarán superó a todos los demás pintores
españoles”.
Sin embargo su obra no es conocida ni apreciada en su justa medida. La característica de la obra de Zurbarán es la de mostrar todo aquello que la pintura puede ofrecer respecto a la realidad humana, Zurbarán presenta a sus santos y a sus monjes en la vida psíquica más concisa, pero a la vez más atormentada por las graves inquietudes espirituales provocadas por el deseo de aproximarse a Dios.
Sin embargo su obra no es conocida ni apreciada en su justa medida. La característica de la obra de Zurbarán es la de mostrar todo aquello que la pintura puede ofrecer respecto a la realidad humana, Zurbarán presenta a sus santos y a sus monjes en la vida psíquica más concisa, pero a la vez más atormentada por las graves inquietudes espirituales provocadas por el deseo de aproximarse a Dios.
Autor: Feliciano Robles
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