miércoles, 23 de enero de 2019

Carolina Coronado



Carolina Coronado Romero de Tejada, escritora romántica, poeta y activista liberal, conocida como Carolina Coronado. Nació en Almendralejo (Badajoz) en 1820 y murió en Lisboa en 1911 a los 90 años de edad. Ha sido considerada una de las escritoras españolas más importantes del Romanticismo.

Familia. Nació en el seno de una familia acomodada de ideología liberal, lo que provocó que su padre y su abuelo fueran perseguidos. Fue la tercera de ocho hermanos. Fue tía de Ramón Gómez de la Serna. Se casó con Horacio Perry, secretario de la embajada de Estados Unidos. Tuvieron cuatro hijos.

Formación. La escritora vivió en Almendralejo hasta 1835. Marchó a Badajoz con 15 años porque su padre se trasladó a Badajoz donde pasó a ser secretario de la Diputación. Su padre fue encarcelado por liberal y luego fue liberado por María Cristina de Borbón, a la que Carolina Coronado la estuvo siempre agradecida.

En Badajoz fue educada de la forma tradicional para las niñas de la época: costura, labores del hogar… pese a lo cual, ya desde pequeña mostró su interés por la literatura, y empezó a leer, cualquier libro que podía conseguir.

Mis estudios fueron todos ligeros porque nada estudié sino las ciencias del pespunte y del bordado y del encaje extremeño, que, sin duda, es tan enredoso como el código latino, donde no hay un punto que no ofrezca un enredo” ( Carta escrita en 1909) …
En esta población tan vergonzosamente atrasada, fue un acontecimiento extraordinario el que una mujer hiciese versos, y el que los versos se pudiesen hacer sin maestro, los hombres los han graduado de copias y las mujeres, sin comprenderlos siquiera, me han consagrado por ellos todo el resentimiento de su envidia” (24 de octubre de 1840).

Inicios poéticos. Siendo niña desarrolló una gran facilidad para componer versos con un lenguaje algo desaliñado y con errores léxicos, pero muy espontáneos y muy cargados de sentimiento, motivado por amores platónicos, propios de la adolescencia, entre los cuales destaca “Alberto” de quien no hay constancia de su existencia.

Enfermedad. Carolina padecía de catalepsia crónica conocida como la muerte fingida, donde el ser humano pierde todo signo vital y clínicamente es declarado muerto. Pero en realidad la persona solo está desmayada físicamente porque mentalmente sigue despierto y vivo. Puede escuchar, oler, y sentir todo pero sin poder hablar. Se desconocen sus causas y solo una de cada millón de personas la pueden padecer, también se cree es hereditaria.

Posiblemente esta enfermedad la hizo obsesionase con la idea de poder ser enterrada en vida. Por esta razón cuando murió su hija primogénita, Carolina se negó a darle sepultura y el cadáver fue embalsamado y custodiado por las monjas de un convento en Madrid.

Algo similar ocurrió con el cadáver de su marido, que permaneció córpore insepulto en el palacio de la Mitra, en Lisboa, hasta que al fallecer Carolina, fue trasladado junto con los restos de ésta a Badajoz.

Revolucionaria. En 1838, en plena guerra civil, Carolina Coronado emprendió con entusiasmo el bordado de una bandera para un batallón creado para defender el trono de Isabel II. La Diputación de Badajoz le dedicó con este motivo un oficio en que podía leerse la siguiente:

No le es dado a la Diputación recompensarle, porque sabe que el mayor premio para V. será el que los valientes a quienes sirve de guía recuerden al regresar a sus hogares cubiertos de laureles, la mano delicada que bordó el emblema por cuya defensa derramaron su sangre”. A este oficio acompañaba una sortija de brillantes, que llevaba en el reverso el nombre de la corporación.

Participó también en la campaña contra la esclavitud, llegando a ser, con Concepción Arenal, del cuadro dirigente de la Sociedad Abolicionista de Madrid.

En 1868 se fechan los versos “A la abolición de la esclavitud en Cuba”, poesía que provocó un escándalo político al ser declamada en público el 14 de octubre, poco después de estallar la Revolución del 68, con la que simpatizaban Carolina y su marido.

Residencia en Madrid. Cuando contrajo matrimonio con el diplomático Horacio Perry se instalaron en Madrid, y su palacete de la calle de Rejas se convirtió en lugar donde se daban cita los personajes más destacados de la vida política y cultural del Madrid de la época.

Parece ser que Carolina y su marido dieron cobijo a algunos liberales perseguidos, como Emilio Castelar. Entre los años 1850 y 1860 brillará con luz propia en la vida cultural de Madrid el salón de Carolina.

Fueron años de felicidad y bonanza para la pareja porque Horacio comenzó sus negocios con el telégrafo.

A raíz del nacimiento de su hija primogénita Carolina se retiró de las actividades sociales, pero siguió escribiendo poesías y novelas en el ámbito privado.

Mujeres escritoras. En la época en la que vivió Carolina a las mujeres empezaban a abrírseles las puertas de liceos, tertulias y ateneos, como clara señal de la democratización de la cultura, pero no de la Real Academia.

A la mujer se le concedía un espacio muy restringido dentro de la poesía; se aceptaba solo que sus composiciones poéticas fuera el de los afectos personales, la expresión del dolor ante la muerte de un ser querido, el afecto hacia la madre o el hermano…(poesía de circunstancias) y todo ello en un tono recatado. Nada de explosión de pasiones humanas, nada de expresión de la subjetividad.

Carolina encontró serias dificultades para publicar su obra. La Sociedad Tipográfica y Literaria no aceptó la publicación de la segunda colección de sus poesías, porque la publicación de un libro de poemas era algo más serio, reservado, quizás, al quehacer de los hombres. Carolina luchó duramente por ver publicados sus poemas.

Belleza física. Su fama se vio agrandada por su belleza física, que causó notoria admiración en otros escritores románticos. A este respecto, su paisano José de Espronceda le dedicó estos versos:

Dicen que tienes trece primaveras

y eres portento de hermosura ya,

y que en tus grandes ojos reverberas

la lumbre de los astros inmortal.

Juro a tus plantas que insensato he sido

de placer en placer corriendo en pos,

cuando en el mismo valle hemos nacido,

niña gentil, para adorarnos,

Torrentes brota de armonía el alma;

huyamos a los bosques a cantar.

Dénos la sombra tu inocente palma,

y reposo tu virgen soledad.

Mas ¡ay! perdona virginal capullo,

cierra tu cáliz a mi loco amor.

Que nacimos de un aura al mismo arrullo,

para ser, yo el insecto, tú la flor.


Trayectoria literaria

Poética: Con la publicación de la primera edición de sus Poesías, con prólogo de Hartzenbusch, en 1843 se produjo un espaldarazo definitivo para entrar en el mundo de las letras. Ya en ese año su nombre figuraba en todos los periódicos literarios de Madrid y provincias y era admitida sucesivamente en el Instituo Español y en casi todos los Liceos de España, incluidos los de Madrid y La Habana

El Liceo artístico y literario le dedicó una sesión, donde fue premiada con una corona de laurel y oro. Allí leyó su composición “Se va mi sombra, pero yo me quedo”.

En las posteriores ediciones de 1852 y 1872 se incorporaron nuevos poemas. Sin embargo, hasta hace poco no se ha podido conocer la totalidad de su obra.
NovelaEn prosa escribió un total de quince novelas, a destacar Luz, El bonete de San Ramón, La Sigea, Jarrilla, La rueda de la desgracia (1873) y Paquita (1850), ésta última considerada por algunos críticos como la mejor de todas.

TeatroTambién escribió obras teatrales aunque sólo logró estrenar El cuadro de la esperanza que se representó en el Liceo para obsequiar a sus majestades.

Senectud y decadencia en Lisboa. La familia se trasladó a Lisboa, porque Horacio fue nombrado agente de la compañía Eastern Telegraph. Sin embargo, con el tiempo, esta nueva ocupación de Horacio llevará a la familia a la ruina. Los primeros años de su vida en Lisboa estuvieron presididos por su continua presencia en la vida social (recepciones, conciertos…), pero a medida que pasaban los años, y sobre todo tras la muerte de su marido, Carolina, siempre aquejada de su enfermedad nerviosa, fue recluyéndose en su residencia, el palacio de Mitra. Finalmente murió el 15 de enero de 1911.

Fuentes. Biografía de Carolina Coronado. Trabajo coordinado por los profesores Francisca Sánchez González, María Piedad Rodríguez López y Fernando Villarrubia Gahete.



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